Hoy me levanté con el alma llena
de una extraña alegría.
Y digo extraña porque
buscaba saber la razón.
No había algo motivador:
una carta de amor,
una palabra de estímulo,
un aumento salarial,
un premio,
un golpe de suerte...
Abrì la puerta al balcón,
mirè la aurora,
trinaron pájaros,
saludaron flores,
vi caminantes,
escuché canciones,
revisé versos...
Y todo aumentó el estado.
Sin embargo,
otras veces he tenido todo sin
sentirme así.
Por eso una y otra vez cuestionaba.
La felicidad es tan grande,
tan sublime,
tan importante
pero tan rara
que,
al tenerla,
cuesta trabajo aceptarla.
Tanto que este
no era el poema.
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