Yo participé en el combate
hasta que la hora abrumadora
se durmió en las veredas señoriales.
Un tormento de ladridos,
de historias fúnebres,
de voces desquiciadas y
de tardes frías hizo ver que era
inevitable el derramamiento de sangre.
Hay un destino que enfrenta siempre
la contrariedad de las horas paganas.
Adormiladas sobre sus alturas,
las águilas asustadas percibieron
acontecimientos generados por
buscadores de altruismos siderales.
Sabían que lo hacían a cualquier precio.
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