Ha vuelto el otoño, ven, cúbreme el alma
con sombras de árbol, o bien con tu sombra.
Aveces me temo que llegue a perderte,
que hasta las nubes me lleve la suerte,
en alas agudas quizás.
Me temo que dentro de un ojo ajeno
sepulte una hoja de ajenjo tu seno,
que no vuelva a verte jamás.
Y entonces me acerco a las piedras y callo,
y ahogo mi voz en la mar;
enciendo la luna, le silbo y entallo
de ella un amor singular.
(1964)
(Traducido por Paul Abucean)
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