Con mi mano derecha
le digo adiós a los hombres:
encontré la puerta de salida:
vuelos de pájaros,
montañas rumiantes,
tintineos de serpientes,
aguas centelleantes y,
sobre todo,
un arcaico viento de silencio.
No hay plata,
códigos ni jueces,
solo un dormir entre lirios.
Las hojas rasgan cítaras
y las noches paren sustento.
Cuan fortalecido percibo
el sendero de las
abejas entrecruzadas.
Cuanto lamento no haber
llegado antes.
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