Humean en la vieja cocina hospitalaria
los rústicos candiles... Madrugadora leña
infunden una sabrosa fragancia lugareña;
y el desayuno mima la vocación agraria...
Rebota en los collados la grita rutinaria
del boyero que a ratos deja la yunta y sueña...
Filis prepara el huso. Tetis, mientras ordeña,
ofrece a Dios la leche blanca de su plegaria.
Acongojando el valle con sus beatos nocturnos,
salen de los establos, lentos y taciturnos,
los ganados. La joven brisa se despereza...
Y como una pastora en piadoso desvelo,
con sus ojos de bruma, de la dulce pereza,
el Alla mira en éxtasis las estrellas del cielo.
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