La noche liberaba sus ojos. La joven de cabeza rasurada arrojó los caracoles y leyó el sueño de los solitarios.
A una adolescente el miedo del amor le era revelado... Un extranjero bebía un rostro. Vimos al hombre de la esposa compartida.
El delirio era la venganza de los derrotados.
Imaginé un deseo que fuera un mar nocturno y hallé mi nacimiento. Me mecía el ardor. Agradecimos a la herida.
Intenté lo indescifrable. Sentí la escritura del oleaje y supe que en tu cuerpo se detenía la oscuridad...
Dentro de ti sólo festejé lo perdido. Renové mi muerte y sentí al tiempo partir.
Escapé. La embriaguez extendió mi desolación. El vértigo me ocultó del ardor pero no abolió los desiertos.
También el cuerpo fue palabra.
Resistimos el ocaso del ritual y la belleza de quien nunca olvida partir.
Nos dijeron que el único lugar de encuentro es la muerte.
Pretendimos la liberación del origen.
Siento que la tierra
responde todas mis preguntas.
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