Mientras leo,
Bajo una mañana de primavera
Escucho al siempre joven Montaigne
Referirse a gentes y palacios
Como sí los viera desnudos
Y al esqueleto que sujeta la vida
Como una rama verde
Que nunca se marchita.
En el baile alegre
Sobre un paisaje de lejana tristeza
De sus palabras sin jactancia,
Sobre sí mismo,
Alcanzo a oír la risotada de Diógenes
Y su amor a la vida
Sin mirarse en el amargo espejo de su tiempo,
Tan similar al nuestro.
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