Aun bajo la lluvia continúan los dentistas regando sus jardines:
Manos mejoradas por simios con tremendo trabajo
Cuelgan bajo las mangas de los evangelistas;
Hay asesinados reyes en las bombillas a la entrada de los cines:
Los féretros de los pobres hibernan sobre pilas de llantas nuevas.
Junto a la caldera se sienta el conserje atribulado,
Y el hotelero baraja los naipes de la demencia.
El Presidente sueña con invadir Cuba.
Arbustos crecen sobre parrillas exteriores,
Enredaderas sobre los yates y los asientos de cuero.
La ciudad empolla sobre tachos de basura y argamasa ennegrecida.
En la orilla lejana, en Coney Island, oscuros niños
Juegan en la playa espeluznante: un ramito de algas negras,
Conchas, un cielo tapizado de aves,
En tanto el alcalde, sentado, hunde la cabeza entre sus manos.