Señora Mariposa, en el día dirigí mis palabras hacia ti, pero en mi noche te presentaste. Absorbiste el néctar de mis rosas y entrelazaste nuestras conversaciones. En mi momento de apremio, me enredaste en un ciclo interminable: un constante girar que detiene el tiempo y acelera mi envejecimiento. Me cuentan de tu esplendor en mis años de niñez, de las tormentas que desatabas con tus alas y cómo latían corazones junto a ellas. Explorabas mundos de criaturas, un don inaccesible para un simple humano como yo.
Has dejado de batir tus alas y has silenciado mis pensamientos. Ahora estás cautiva a mi lado. Cada noche dirigiré mis palabras hacia ti, confesaré pecados y expresaré mi desdén. Descargaré el dolor que me hiciste soportar. No solo asististe a otros, sino que también me abandonaste en un bosque sin salida, un rincón sombrío y solitario. Las criaturas que tocabas y con las que interactuabas ahora resultan inalcanzables. Ahora tomas vuelo dentro de mí. Cuidaré tus hermosas alas oscuras, que ya no te pertenecerán y que aplacarán mis emociones.
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