¿A dónde va uno?
cuando el peso aplastante de la oscuridad horroriza,
cuando en la multitud no se conoce ningún rostro
cuando los sueños desvanecen el destello de la realidad
cuando el desvarío del olvido
en el túnel de las penas, desliza la máscara de los ahogados.
Las longitudes del ser,
se enmarcan en el mosaico de la vida,
la nube zumbante de las voces,
el acantilado del vacío,
donde se absorben las pasiones, los miedos y las dudas.
Blancura del pensamiento,
el majestuoso choque de las olas en la orilla,
donde todo el esquema de la conciencia,
debería perecer, atado por los pies
con la bilis de la existencia,
Fusionándose como un estuario,
con los fríos toques del mar.
Ningún matiz de verde siempre creciente,
Ninguna joya deslumbrante en una vitrina
Ningún festín hinchado más allá de la charla de medianoche
puede encadenar la voluntad de cesar,
unirse al país de las hadas,
dejando atrás la vileza del cuerpo.
Un leitmotiv para brillar
en el coro impotente de lo que se ha ido.
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