Dos días me sostuve en mi sitio
y sentía que la tierra me rascaba los pies.
Me advertía, me decía que tuviera cuidado.
Y sentí un insecto molesto posarse en mi oreja
Murmurando en ánglico su amenaza.
Yo no sé idiomas bárbaros
y nada le contesté.
Pero dije a la Tierra: 'ayúdame'.
El insecto empezó a corroer los ropajes del cielo.
Intenté entonces sacarme los ojos
para sembrarlos en el suelo profundo,
pero desistí cuando mis uñas titubearon.
Así esperé, y en ese instante
circundan mi cabeza ochenta mil moscas nucleares
y explosivos agresores:
con su saliva artificial
sintetizada de envidia y odio programado
muerden mi lengua, mi encéfalo, mis gónadas y huesos.
O me falla la vista
o se curvan los pilares del firmamento
O me toca la fiebre
o las nubes se han vuelto pesadas.
O me vuelvo astigmático
o se aplasta la inhóspita atmósfera
O padece mi oído
o han comenzado a aullar todas las piedras.
Se coagulan las nubes
o se enciende la luz de exterminio
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