Tus tobillos, al plegarse
como el pavimento borroso
y la talla de un árbol,
es un callejón de un solo sentido,
hacia la gloria del valle prometido.
Donde la miel y la leche rebosaron.
Un lugar de infinidad,
Conquistando una nave de enigmas siempre en marcha,
El velero de sus tesoros,
a tierras lejanas, se desliza la divinidad.
Tus manos,
cintas extáticas que atan tormentas tumultuosas
se entrelazan con las mías
mientras el viento bate al norte.
Amada, tus dedos con líneas tortuosas
son un códice para inmortalizar
Siglos para descifrar una rima magistral
Mis escasos intentos nunca pudieron encontrar
Una ofrenda lo suficientemente grande
a las despiadadas deidades de tu pasado