LA RÁFAGA Y EL ESPEJO Poem by Orietta Lozano

LA RÁFAGA Y EL ESPEJO

Yo soy él, él mundo,
el de eclipses y fulgores
el inmenso, el pequeño.
Ha llegado la hora
en que se guía el carruaje,
en que se derriba el muro,
y sobre el agua
en que transita el navío,
el náufrago y el pez,
y sobre el Apocalipsis
que serpentea
con sus afilados dientes
de púrpura y arcilla,
la visión aparece
como una calma inmutable,
ni vencedor ni vencido,
amalgama violeta
de voces y de gestos,
confusión de lenguas y horizontes,
temblor del bosque de la huída,
el mirto se abre
y flota la ansiedad,
el hierro en la entraña de la tierra
se hace aire en las alas transparentes
de un pájaro que dibuja
el paisaje alucinante.

El horizonte es tan calmo,
cuando la visión se extiende
hasta los crepúsculos dorados,
sin la trinchera de la guerra,
sin el filo del hacha y sin la soga ,
sin el frío del cuchillo,
y se posa en la noche,
la danza de abejas y de lobos,
la carne de la luna
sobre la plata de la hoguera,
el descenso de la lluvia
en el campo del jazmín y el abedul,
la alucinante música del navío
cuando viaja hacia el centro
de las aguas prometidas.

Yo el mundo, afligido y huérfano,
giro el reloj y lo retengo
en la hora de la penúltima contienda
y en la red de las palabras,
que por un instante desata
el nudo del lívido tejido.
Salve al hombre,
la alquimia de las aguas,
La imperturbable piedra,
el misterio del espejo y la pupila,
El canto que precede
a la venida de los peces y los vinos.

Yo soy la invitada,
la piedra de la encrucijada.
La airada, la que aturde,
la siempre soñada
en la voz que no redime,
en el canto que tienta, confunde
y ejecuta imperturbable
el cruel mensaje de la trompeta
y la terrible orden.
De un lugar a otro,
desde la tienda
en el frío campamento
hasta la resequedad del barro
mezclado con el lamento de un jacinto
todo se mueve con el zumbido extraño
de las abejas de la guerra.
Aquiétame, enmudece
mi boca que brama
con la espuma aniquilante
del estrépito,
detén la andanza
de mi decrépita ceguera
la procesión de mi espalda jorobada.
Déjame dormir
en lo profundo de los sueños.
Guíame a las azuladas estepas del abismo
al cristal avizor de los ojos de la tierra,
a la entraña inescrutable del oasis,
del volcán y el espejismo.

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