Los poetas
después del silencio
insisten
en no darse por enterados.
Y entonces el mundo les da la espalda
una vez más,
sepultándolos entre aplausos
y antologías herrumbrosas
mientras continúa
alegremente
el festín sangriento.
Los poetas insisten.
Vuelven a decir lo mismo.
No se rinden.
Y ese es el peligro.
...
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