Tu plato tiene miedo, tiembla,
tu vaso llora,
lo aferré con mis labios para protegerlo
no me hizo caso
y se suicidó:
fragmentos de porcelana sobre las baldosas,
las baldosas están polvorientas
y las Pléyades nubladas.
Tu sillón, el de allí,
ha doblado una pata,
ha arrugado sus cojines.
Tu cepillo de dientes
pierde las cerdas
y tus toallas blancas
hace dos días que rechazan beber agua
para convencerme
de que lloran.
Los libros, silenciosos, en la librería
no se pelean como siempre.
Las fotografías de las paredes
me apartan la mirada.
El flexo naranja de mi despacho
está frío,
se ha negado a darme algo de luz para escribir.
Y los lápices han conspirado
encerrándose en los cajones.
La terraza está cruzada de brazos,
ha agachado la cabeza, distante,
hacia el parque.
El parque está perezoso
porque las golondrinas se fueron.
Y allí,
en el fondo de la cesta de la ropa
duerme tu pijama azul,
se acurruca como un bebé
que no quiere salir al mundo
…
Una casa triste
y cosas
que se rebelan contra mí
porque no vas a volver.
Mi casa
es tu quinta columna
...
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