¡Oh vírgenes rebeldes y sumisas:
convertidme en el fiel reclinatorio
de vuestros oídos y vuestras sonrisas
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Cumplo a mediodía
Con el buen precepto de oír misa entera
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Primer amor, tú vences la distancia,
Fuensanta, tu recuerdo me es propicio.
Me deleita de lejos la fragancia
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¡Oh qué gratas las horas de los tiempos lejanos
en que quiso la infancia regalarnos un cuento!
Dormida por centurias en un bosque opulento,
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¡Oh bienaventuranza fértil de los que saben
ir gimiendo y llorando despreciativamente,
como en la Salve, que es un óleo y una fuente!
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Muchachita que eras
brevedad, redondez y color,
como las esferas
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Tu paz -¡oh paz de cada día-
Y mi dolor que es inmortal,
Se han de casar, Amada mía,
En una noche cuaresmal.
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¿Existirá? ¡Quién sabe!
Mi instinto la presiente
Dejad que yo la alabe
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Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle
desahuciada por todos, iré por los caminos
por donde vais cantando los más sonoros trinos
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Hoy que la indiferencia del siglo me desola
sé que ayer tuve dones celestes de continuo,
y con los ejercicios de Ignacio de Loyola
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