Llevar un río en uno cantando como un niño
y el mar del tiempo, en uno, mugiendo a las estrellas
noche
y día
Y entrar al sueño solo, lo que se dice solo,
tan solo acompañado por el ser de otros días
sin que valga en el lecho
el cine de la almohada
ni el cobertor en que los dedos cierran
la adormidera de un país gigante:
el país escondido en que me duermo
para que después se agrande
y su gran muchedumbre me haga compañía.
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