Mi reino de mantequilla y pan agrio
por el sueño de ser otro.
No ser más el que llora bajo una máscara,
obligado a vivir amarrado de un pie
mientras intenta volar.
Las vigas del paraíso ya caen sobre mi cabeza.
Mis palabras son flores mustias
entre las piernas de la mujer imaginaria.
Camino hacia una luz
del laberinto en ruinas de mis delirios húmedos
que laten y se apagan en mi tablet.
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