Ardian como antorchas finas
con frágil tallo en la breña.
Erguían desde las espinas
su faz airosa y risueña.
Las recogí con mano avara
y erré por el gentil ocaso,
llenándome de flor el brazo,
su viva lumbre que guardara.
Y tarde a mi hogar volví -
quedaba el campo lejos ya,
con tanta pena y soledad
detrás de mí.
Mas cuando intenté juntar
un ramo ardiente y liso,
mis flores como lágrimas
cayeron en el piso.
(Traducido por Paul Abucean)
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