Por la mañana,
desde que despierto
sintiendo el aire
fresco y los rayos
del sol,
lo primero que hago
es presentar mi mejor
sonrisa y conversar
animadamente con mi
amiga la ilusión.
Es como si cada día
renaciera a una
nueva esperanza en
lugar de sentir
mi muerte.
Yo dejo atrás los golpes,
las heridas,
los desaires y todas
las maldades de los
deshonestos y desalmados.
No permito que
maten la luz de
mi alma.
Las flores,
el canto de los pájaros,
las mariposas y las
visitas de las abejas no
me dejan enterrar en el
cementerio del desánimo.
Mis ojos, oídos, tacto y
olfato son para ellos;
no para voces de hombres
con pensamientos
horribles y frustrados.
La vida es tan hermosa
como el sarmiento
dorado y como el
sublime canto del mar
en pleno invierno.
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