El poder de la fe puede ser
comprendido en el mismo
instante en que el sol seca
nuestras lágrimas.
Pues es cuando las penurias
del invierno ruedan humedecidas
por el silencio de las
tardes muertas.
Esa vibración profunda puede
ser tenida como un sueño
sin oscuridad;
y tan funeral como la compasión
que no llegó a la puerta
del méndigo solitario.
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