A orillas de este mar, mirando flotar grandes troncos,
acaso sin pudor oí crecer los días.
Cuando la soledad es un arco abierto sobre el corazón,
a principios de abril,
los veo decaer sobre las algas, sobre las avenidas inundadas de pájaros.
En la estación, algunos perros vagabundean a la deriva en el salón de espera
y los trenes viran hacia el interior del país entre montañas,
a tientas cruzan la tierra reseca,
bajo un sol de cobre que se hincha sobre la ciudad.
Desde el columpio del verano vi crecer los días
y escuché las cigarras y el puerto.
Acaso sin pudor los veo decaer
cuando la muerte pone ropas nuevas sobre las espaldas de mi padre,
y este cielo no basta y las orillas de este mar no bastan.
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