Arriba el cielo está turbio
y veo figuras como
espíritus que celebran
un misterioso.
Mezclado con olores
de puertas negras,
aguas dormidas y
hojas podridas,
el viento golpea mi rostro.
Contemplo las flores que
han crecido alrededor
de esta tumba.
Lágrimas apesadumbradas
ruedan por mis manos
cuando leo su nombre
en la grisácea tarja.
Vengo a esta hora porque
quiero conversar con el
melancólico silencio
de su alma.
Que desamparada ha
quedado la casa.
Todo está cual lo dejaste
aquel día.
Pareciera que las flores
del jardín se
mudaron contigo.
Estas son las que
mojabas mientras
sorbía tu café.
Diré al sepulturero que
haga espacio para dos.
Mi alma vaga errante
en un inmenso vacío.
Espérame.
Espérame.
Sí, espérame.
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