Una tarde, cuando estaba de servicio en el cuartel
general de la comunidad de Higueral, de pronto
llegó uno de los oficiales de seguridad de la compañía
Central Romana (Gulf and Western) solicitando
que le acompañara a recoger a un hombre
caído a orillas del camino.
La explotación humana es una gran injusticia.
Al llegar, vi que era un anciano. No se sabe de donde
salió ni para donde iba. Su ropa estaba llena
de polvo y despedía un hedor nauseabundo a orina
seca y heces fecales. Pero de una cosa sì estábamos
seguros y era que había sido uno de los tantos obreros que
habían llegado para cortar la caña en los ingenios
del Central Romana. Sus manos estaban mallugadas
y su cuerpo era lánguido como una solitaria espiga.
La explotación humana es una gran injusticia.
"Ayúdeme", me dijo el oficial. En fuerza combinada lo
sacamos de la cuneta y lo pusimos en la cama del Land Rover.
Por el camino lo veía y recordaba a mi padre.
El oficial habló con el director médico y lo dejamos sobre
un asiento de hierro. De regreso no paraba de pensar en
su triste mirada. Una pregunta me hacía: ¿qué pasará con él?
La explotación humana es una gran injusticia.
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Absolutamente. Estoy de acuerdo. La explotación humana es una gran injusticia. Me gusta este poema. Bien hecho.