Ana María, soy arcilla
que un soplido de la noche
ha de convertir en nada,
pero antes de la ausencia
que compartiremos,
déjame enfrentar desnudo
tu recuerdo.
Ana María, ¿desde que rincón
de un mar de olvido,
aún agitas
la corriente apacible
de mi tedio?
Si yo enterré tus ojos
en una playa
a la que nunca retornaría
porqué siento hoy
tu mirada en mí?
Ana María, perdí contigo la dicha
de no ser yo.
He vivido en mi propio abandono,
como una forma de destierro
en el áspero camino de mis arterias
hacia tu corazón.
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