La mañana taciturna se quiebra con
la mirada de relámpago siniestro.
Sueños se alborotan entre
hendiduras de piedras y los días
de un calendario roto.
Como un caballo de hierro,
el viento pasa desbocado sobre la
inmensidad de las
aguas desparramadas.
Marzo vela sus muertos mientras
los cementerios cierran sus
puertas espantados por el
gemir de las flores amarillas.
El pájaro de ojos quemantes,
parado sobre la cruz quebrada,
solo mira el corazón negro
atravesado por la infame daga.
Pero todavía llueve y nadie
sabe hasta cuando.
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