Caminando por la vida,
palmo a palmo,
escucho gritos que
pasan rompiendo sueños,
desatando dolores y
llenando las casas de
toda enfermedad,
del hedor de la muerte.
Parados en los rincones
de las ciudades,
fulminados por la
desesperanza de todos
sus antepasados,
veo a los hombres
vaciados del pan,
con zapatos rotos,
manos mugrientas,
herdios por la miseria
e implorando algo.
Solo quiero infundirles
la palabra correcta,
entregarles la paz,
el desancaso,
el optimismo
y la inspiración que
aprendí de niño,
pero no me escuchan.
Siento que no me entienden,
que todas sus ilusiones
y deseos de luchas,
ya se incendiaron.
Ahora, ¿cómo les ayudo?
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