Soy una victima del terrorismo,
dejé de ser mujer, hombre o niño,
los terroristas me eligieron
como una antigua ofrenda
entregada de súbito a la muerte
a semejanza de un cordero de Dios.
Desde ese instante homicida
soy inocente para siempre.
Los asesinos liberaron los monstruos
que habitaban sus sueños.
Cuando fui llevado al sacrificio
yo cruzaba un puente,
estaba inclinado sobre mis pensamientos
en oración,
o compartía bromas con mi amor;
no puedo recordar,
el azar del terror derribó mis certezas
y arrastró mi cuerpo al abismo común
adonde ya no me alcanzan las furias ni las penas.
Yo, que debía aprender a vivir hasta mi último suspiro
recibí el prematuro conocimiento de la muerte.
Pero la compasión del mundo siempre vence al terror,
desde el infinito llegaron las semillas de la vida,
la sequía del odio no alcanza a las estrellas.
Otros verán por mí
el fluir de las aguas de la esperanza
en los surcos doloridos de la tierra,
será una nueva primavera
que dulcemente en su brisa llevará mi clamor.
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