Por un tiempo
fui empleado de un obispo.
Lo consideré un grande varón del Altísimo.
Intentaba servirle con respeto, entusiasmo,
entrega y lealtad.
Pero había un problema:
por más que lo intentaba
siempre estaba su mirada extraña,
como la de un lobo en oscuridad.
Desconocía su intención:
deshacerse de mí.
Pero buscaba estratégicamente
la forma.
Entonces obró como serpiente
bajo hojas podridas.
Escarbó supuestos errores,
inventó acusaciones,
tramó con grupos
y contra mi predispuso la junta.
Desacreditado
y sin un centavo así logró despedirme.
Peor aún,
mancilló el testimonio
y una larga carrera.
Ahora,
¿cómo explicarles a hijos
y a esposa
que mi ex jefe aún es un santo?
This poem has not been translated into any other language yet.
I would like to translate this poem