ANTONIA va en mi piel pero no cuenta,
el peso de la noche la alcanzó
y arrastró su cuerpo hacia donde no duele
desde una madrugada juvenil.
MARIA me llevó al cadalso
sobre una cama con ruedas,
'bájate de esa carreta', gritaban mis amigos:
me costó algunos años recuperar la cabeza.
ISABEL me trató como a un Neptuno,
me ofreció sacrificios y me canto alabanzas
pero perdió la fe al tocar tierra firme
y el juego de las olas se volvió un sueño agrio.
GLORIA dejó en su nombre la fuga del placer
como una golondrina esculpida en piedra suave,
yo creía que nunca volvería a volar
pero su cuerpo leve buscó otros veranos.
XIMENA fue la viola de una sola nota
que con grave delicia me elevó a las esferas,
aún en noches cálidas creo oír su sonido
al mirar solitario las estrellas.
El placer del recuerdo da dolor
y se escurre de nuevo entre dedos y labios
con un sabor lejano parecido al amor.
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