Ella Poem by Samuel Santana

Calmada,
la luna plateada acariciaba
su pelo y una flor grande
abría sus pétalos para
perfumar las manos bellas.

Inmensa,
como las largas olas
que se desbocan
y estrellan contra
piedras calladas,
sacando un sonido agudo,
profundo
y temeroso.

Violenta,
cuando se levantaba
y miraba con esos ojos
llenos de abejas,
de espigas doradas,
de cantos de buitres
y de noches sin recuerdos.

Inclinada,
cual la aurora
cuya brújula eterna desbarató
un viento loco que iba
saltando de rama en rama
y matando abruptamente
mariposas y
escarabajos del prado.

Tan rebelde
que no hubo cosa
que detuviera su ímpetu
de fuego,
el ardor de sus ansias
y la traición de sus labios
cautivadores de incautos.

Pero tan sencilla y humilde,
como los sueños tardíos
de la triste amapola
enchumbada
por los aguaceros
del invierno.

Por eso
todos los peces
viajaban de lejos
cuando el peso de su
cuerpo acariciaba el río.