La bondad y el horror estuvieron en mí;
pude imitar la santidad de los elefantes,
la cordura existencial de los gatos
y la cándida alegria de un delfín,
cuando fui animal de virtudes
y olvidé mi condición humana.
El mar varaba sirenas para mí,
los dedos verdes de las hojas
se deslizaban por mi pecho,
y las aventuras volaban entre mis pies,
pero nunca me abrí paso en medio de la multitud:
acepté los horrores de sueños racionales
que hicieron contrapunto con mi primera inocencia
y me volvieron esclavo según el torbellino
de distintas épocas bajo un mismo sol.
Por tanto, debo admitir
que imaginé el rostro de Jesús
en el humo de las hogueras que encendí
para la Santa Inquisición,
y que cumplí mi trabajo con igual fervor
para la maquinaria de Auschwitz.
Fui también soldado en todas las guerras,
y bebí la sangre de mis enemigos
sin saber que me embriagaba
con mi propia muerte.
Las confesiones de mi residencia en la tierra
están escritas en las aguas del tiempo,
con el frío de estrellas extinguidas
que aún brillan en el engaño de la noche.
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Magnifica y conmovedora obra! La mezcla absurd del ser inhumano, reflejada con perfeccion y con una poesia formidable, escrita con lustrosa belleza y profundo sentimiento. Un poema que cala hondo, como muy pocos escritos en nuestro tiempo. Inolvidable! Gracias
Gracias Sandra por tus comentarios. Me siento muy halagado, recibe mi afectuoso agradecimiento. A. Johns