En el andén de una estación transandina
una mujer y su hijo en gestación
aquella tarde se ocultaban del reproche de parientes,
de la condena del cura y de una abuela altanera,
ambos apenas abrigados con el invierno
le decían adiós al tercero de esta historia
que nunca regresó
Ella era una mujer en la mira biológica
que generaba un hijo anónimo
en el blanco de su primer amor
Ella al pagar su apuesta en el juego carnal
rompía el paraíso y marchaba al destierro
de un horizonte donde llueven gametos
y acaso se sobrevive a la furia de dioses
inventados por hombres
Ella debería caminar sola hacia ningún hogar,
y por las noches como una campana
su cuerpo tañería suavemente
sin que nadie escuchara sus latidos;
el hijo era la llave que le cerraba puertas
pero con su mirada muy pronto
clavaría su sangre a la antigua ternura
de las madres sin lágrimas.
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