Debemos perdonar a dios
por el dolor del mundo,
conocemos la belleza de su enigma
pero estamos cansados de matar en su nombre.
La pasión de su aliento
no nos deja morir para siempre,
así en lo eterno de su vida ficticia
nos devora el presente.
Su voz en la vía láctea
es silencio estelar a nuestros ruegos.
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