ZELARAYÁN Poem by Washington Cucurto

ZELARAYÁN

porque no podemos dejar
de decir lo que hemos visto y oído
Los Hechos 4:20
Una mañana terrible

1

A las diez
de la mañana
recitando sus mejores
poemas
asustando a cajeras y viejas
con su aullido
Ricardo Zelarayán
era arrastrado de los pelos
por los guardias de seguridad
por tirar las espinacas
al piso,
la bandeja de los kiwis
al piso,
por destapar los yogures
de litro.
Ricardo Zelarayán
era arrastrado de los pelos
por andar como un demonio
entre las góndolas
imprimiendo temor
en niños y niñas
niños que tienen
el sexo y el hurto
en los ojos
niñas que gozan
del gozo
del libidinoso
monstruo
que piensa
en el dulce retorno
fulgor y deleite
del virginal ano.
El monstruo
fue desalojado
del supermercado
por tener malos hábitos
y ser improductivo
para la Sociedad
para la Gran Empresa Nacional
de los Mendes.

2

Para ser penetradas
con violencia
se visten las niñas
de Salguero
el monstruo
con su terrible pene
las espera
encerrado en una jaula
de grueso espesor
las ve pasar
al shopping
el ano se difunde
cuanto más sube
la escalera mecánica.
¡Todas hacen propaganda del ano!
¡Todas hacen difusión del ano!
La escalera
mecánica
en el calor del verano
pecaminosa ella.
Goza y transpira como un monstruo.

3

El monstruo
encerrado en su jaula
por tirar las espinacas
al piso,
la bandeja de los kiwis
al piso,
mira a las clientas
y empleadas
de la Gran Empresa
de los Mendes,
piensa en los gloriosos días
en las virtuosas noches
cuando agarraba a una niña
de Salguero
que inocentemente le ofrecía
su delgado
rosado y tierno ano
para que el monstruo
lo usurpara tenazmente.


Apócaliptio rescate de Zelarayán

¡Ese mi pollo de Orán!
Formidable derechazo en la jeta
de guardia petiso, que le hace
tronar los dientes, la jeta se le estiró
como un chicle, se le puso atrás de la nuca.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El petiso trata de recomponerse
pero todavía tiene en los ojos
las montañas de Marte.
¡Huipi! ¡Se armó!
El guardia que lo tenía a Zelarayán
lo suelta y se va como un toro embalado
hacia el mosquito que liga un tremendo
gomazo, que lo hace volar...
¡El mosqui vuela como una palomita
sobre los carritos!
Aterriza de trompa y se desliza haciendo música
para caer sobre el capot de un Peugeot.
¡Qué mano! ¡Qué ductilidad de mano!
El guardia grandote lo afeitó
de un fantástico derechazo...
Del supermercado viene saliendo Carlitos Juniors
con una sirvientita empujando
un carrito lleno de comidas.
¡Está preciosa la sirvientita del Juniors!
Los guardias tienen apoyo logístico:
de la garita salió uno con un guolti-toki
y Zelarayán lo paró de un codazo
que le hizo tragar el guolti-toki.
¡Cabeza de guolti-toki!
¡Cabeza de guolti-toki!, cantaba Zelarayán;
se lo tragó todo, se le veía cómo bajaba
por la traquea del alcahuete.
Nos subimos a un camión de cerveza
que estaba descargando, lo más campante;
pusimos al Juniors al volante y la paragua al medio.
¡Qué preciosa estaba la paragua!
El Juniors vio el volante y se transformó.
Salimos embalados por Coronel Díaz.
¡Ese mi pollo de Aniyaco!
Agarramos Soler y después doblamos
por la curva de Agüero a todo lo que da
¡Esa Zulemita!
¡Carlitos iba por Agüero concentrado
como si fuera por las Sierras de Córdoba.
¡Carlitos corría el Rally Agüero!
¡Hiupi!
Cruzamos Córdoba a toda veocidá
¡con toda la prefectura atrás!
¡Y siete, siete patrulleros de la 21!
¡Los patrulleros despertaron al barrio!
¡Hiupi! ¡El colmo del afano!
¡Qué superbanda!
Zelarayán empieza a tirar botellazos
de cerveza,
los vidrios oscuros sobre la calle Agüero...
¡Un río de espuma y cerveza!
Zelarayán tira a dos manos, fanático.
¡Tomen, botones! ¡Beban la leche de mi palo!
¡Lame pijas de la Cía! ¡Lame conchas de la Fortabat!
Y así perdimos a los ratis,
bajo el sol de la tarde calurosa.

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